Me gusta la visión de mi compañero de profesión Carlos Pallero y la voy a compartir contigo.
Programar, trabajar, y evaluar son tres acciones claras y necesariamente interrelacionadas que vienen a construir el cuerpo del proceso de enseñanza-aprendizaje. Pretender atender por separado a estas supone perder el sentido de educar.
Salimos al paso de una irracional burocracia que multiplica el trabajo administrativo de los educadores obstaculizando su labor educativa. Para buscar la calidad es necesario programar, pero la programación asociada al control, la inspección o la presión conduce a “cortar y pegar” que no promueve la implicación y la motivación del profesorado.
Programar es planificar, es decir relacionar lo que los alumnos tienen que aprender con el tiempo del que se dispone para ello. Cuando está claro el qué, el cómo y el para qué educativo, y delante tenemos un calendario escolar, planificar es conectar ambas cuestiones, para poder conseguir una programación adecuada, concreta, flexible, realista, viable y adaptada a las necesidades y expectativas de nuestras aulas.
A veces cuando los profesores evaluamos se nos olvida lo programado, el objetivo final, el para qué, en definitiva todo el trabajo realizado. a veces da la sensación que trabajamos velocidad y evaluamos resistencia, lo que frustra y desanima al educador y llena de perplejidad al alumno. Queremos y deseamos que aprendan tantas cosas y evaluamos tan pocas…
Al final muchas veces todo se resuelve con un papel y un bolígrafo, donde lo que más se valoran son las dotes memorísticas del alumno. Evaluar es valorar, aprovechar lo hecho y celebrar los aprendizajes conseguido, teniendo en cuenta las capacidades y habilidades de los alumnos, sin apreciar unas capacidades más que otras. Una vez que se evalúa, se valora y se analiza se buscan y proponen acciones o estrategias de mejora y así de manera continua, eso es aprender.