Nos pasamos la vida tirando piedras sobre nuestro propio tejado, comparándonos con otras personas, las cuales están en caminos y situaciones completamente diferentes y pensando que nos somos suficientes.
Es como si la sociedad nos hubiera educado para que nunca podamos disfrutar de lo que tenemos, siempre pensando que podríamos aspirar a más. En lugar de intentar conseguir nuestras metas disfrutando del camino y apoyando a las personas que nos encontramos en él, nos vemos luchando con una vocecita en nuestra cabeza a la cual damos cada día más poder sobre nosotros.
Debemos ser conscientes de que cada persona es única, cada uno tenemos nuestras cosas y es fundamental que entendamos que la perfección no existe y que si no nos valoramos nosotros mismos nadie lo hará. Del amor propio nace el resto de relaciones sanas que podemos entablar con nuestro entorno, lejos de la envidia, de la desconfianza y del rencor.
Es importante que nos dediquemos aunque sea un momento cada día para recordarnos las increíbles y maravillosas personas que somos y el hecho de que no seamos como es resto de la gente es lo que nos hace especiales.
¿Qué sucedería si en lugar de intentar sabotearnos de manera constante, decidimos ser felices aceptándonos tal y como somos, con nuestras virtudes y defectos?